El placer de conversar con la buena gente

La sonrisa literaria de
Carmen Pérez Ramírez

  Semanas atrás, con motivo de una interesante exposición celebrada en la Casa de la Cultura de Arucas, denominada “LOS INSTRUMENTOS EN CANARIAS” de Carmen Pérez Ramírez, tuvimos la oportunidad de poder conversar con esta virtuosa instrumentalista, música de probada vocación, docente y destacada folclorista que, desde su

papel como enseñante en las Escuelas Artísticas Municipales, viene realizando una ímproba labor de carácter formativo y divulgativo de la música canaria.

Es un placer charlar con Carmen Pérez: su calmada expresión, de cadenciosa modulación y amable tono enriquece, más aún si cabe, el valor del rico contenido de su historia de vida.

Y de su infancia —nos habla nuestra interlocutora— contándonos que ya a sus padres les gustaba la música; la madre se quedó con la pena de no haber podido aprender a tocar el piano y de su padre apunta la joven condición de ser parrandero de largas horas, que en su día vendió una guitarra a una conocida familia por quince pesetas y se la fueron pagando a plazos.


  Y de su paso por el Colegio de Santidad nuestra entrevistada recuerda complacida el haber tenido cualificados y entusiastas profesores de música que sembraron en ella gusto y afición por esta disciplina artística y, sobre su reflexiva sonrisa, apoya el cuenco de los recuerdos para airear el comentario de su primera bandurria que, por aquel entonces, le compró su padre en Teror y, con satisfacción dice, todavía conserva.

Durante toda la entrevista la figura de su padre, Juanito Pérez, está presente. Carmen nos recuerda a cada momento la excelencia de su progenitor como criador de perros, capaz de adivinar cuál iba a ser el mejor de una camada;  perros de raza  presa canario, ejemplares campeones, de los cuales todavía Carmen recuerda sus nombres: “Pancho”, “Tirma”, “Tabona”, “Guayra”, “Parris”. “Nublo”, “Pepa”, “Ristro”, “Candela” y muchos más, y lo dice nuestra apreciada bandurrista rebosando emoción en su mirada; desde niña entre canes, ayudando a su padre en el cuidado de los mismos y acudiendo a exposiciones-concursos de raza, logrando merecidos premios. Y abunda en el conocimiento y habilidad que su padre tenía en la crianza de estos animales que eran —destaca Carmen— perros muy equilibrados, que solo sacaban su carácter cuando era necesario y con la nobleza de avisar antes y con los cuales ella se sentía muy segura, sabía que nadie le podría hacer daño a la vez que su comportamiento de esos perros, en familia,  era fantástico.

  Y, naturalmente, habiendo tenido la oportunidad, como hemos tenido, de conocer a don Juan Pérez, hombre bueno, afable y mañoso, popular belenista y servicial persona no es de extrañar que se deshaga en elogios nuestra entrevistada que ha tenido la suerte de ser su hija y compartir su cariño.

 Y precisamente su encantamiento por los perros y la afición por la música la llevó a plantearse dudas en la elección de su futuro: ¿estudiar veterinaria o formarse en el campo de la música? Y pensó que la música le podría llevarla  a descubrir otros lugares, viajar y conocer otras culturas y ponderar aspectos sociológicos. Y así fue: comenzó a estudiar en la Escuela de Música de Arucas, que por aquel entonces era filial del Conservatorio de Las Palmas y venía el profesorado de la capital a examinar a nuestra localidad, y después amplió estudios en el mencionado Conservatorio.

  Y de su gusto por coleccionar instrumentos hablamos, dado que hemos podido disfrutar con las muestras por ella expuestas en diversos lugares. Y Carmen nos dice:

-Todo empezó guardando la primera bandurria que me regaló mi padre, después otra de pura artesanía 

hecha por Juan Aguiar en Gáldar, le sumé una mandolina y a medida que me fui adentrando en la música de Lanzarote, El Hierro y otras islas la colección fue aumentando con chácaras, pitos, tambora, etc.

  Allá por el año 1996  tuvo la oportunidad de trabajar ya como enseñante con un contrato de seis meses y bien debió hacerlo, decimos nosotros, porque Carmen Pérez, a día de hoy, sigue como profesora, con reconocido prestigio, en las Escuelas Artísticas Municipales de Arucas.

-A principio pensaba yo —nos dice Carmen— que no iba a tener paciencia para enseñar,  tanto a niños como a  mayores, pero sí, cada día disfruto con las clases e intento que la gente que viene a las mismas se marche contenta, con una sonrisa y deseando volver a la próxima sesión.

 En sus viajes, que han sido muchos y por varios continentes, formando parte como instrumentista de diversos grupos musicales, su curiosidad investigadora le llevaba a preguntarse cómo se hacían aquellos  instrumentos peculiares que se encontraban en tiendas o comercios de las localidades visitadas; quién los hacía,  por qué se hacían, buscando  interesada en conocer al lutier, hombre o mujer constructores de cada instrumento, y saber no solo de sus habilidades sino el valor de su sensibilidad, pues detrás de cada instrumento —dice Carmen— hay un corazón de artesano que trasciende más allá de lo comercial. Al respecto nos comenta como en una ocasión el maestro Andrés, experto constructor de timples le dijo “Te voy a hacer un timple para ti”, es decir, de manera personalizada, con una carga sentimental única y diferenciadora, cuyo instrumento guarda como oro en paño.

  Y para finalizar este ratito de charla preguntamos a Carmen Pérez Ramírez cómo valora el actual panorama de la música tradicional canaria. Y sobre ello opina que hay que considerar un antes y un después de la pandemia Covid-19.

-Ahora —nos dice— empezamos a  a retomar la actividad, no obstante considero que nuestra música, nuestro folclore debería tener un tratamiento de mayor importancia. Es necesario que el niño en el colegio sepa de dónde viene nuestra música, me parece bien que  aprenda a tocar la flauta, pero nuestra cultura musical está un poco olvidada; en

Cada instrumento tiene una historia: algunos llegaron desde Venezuela, Perú, en visitas a tiendas de calle; el último que obtengo viene desde  La Palma, es una muestra de los pitos de caña que usaban los pastores, sencillos, del tamaño de un dedo, los cuales hoy en día, en una meritoria labor de rescate de tradiciones,  están enseñando a los niños  cómo se hacen y tocan.

 Instrumentos diversos y curiosos  conforman su valiosa colección.

-Por ejemplo —nos señala— por lo  lejos que lo adquirí y lo extraño que me pareció, le tengo cariño a uno  que traje de Mongolia, de púa, que tiene cuatro cuerdas de acero, y lleva grabado en la pala la cabeza de un caballo -explicándonos el valor de la alegoría.
-Realmente —sigue hablándonos de su colección— yo empecé  con las exposiciones de instrumentos para que no se olvide de dónde vienen y quiénes fueron sus constructores,  desgraciadamente algunos ya no están entre nosotros, de los cuales queda el legado de su trabajo y eso siempre es importante mantenerlo y que la gente lo conozca.

ocasiones, le pones a un escolar delante un timple y no sabe lo que es, oyen la música de una isa y dicen que eso es música de viejos, pero escuchan un reguetón y empiezan a bailar. Yo creo que sí —añade— que falta algo de cultura musical tradicional canaria; si no somos capaces de mantener nuestro acervo cultural, sumergiéndonos en el conocimiento del pasado, será difícil proyectar un futuro prometedor.

Gracias, muchas gracias, a doña Carmen Pérez Ramírez por habernos otorgado este rato de interesante y agradable charla y deseamos que no desfallezca en su ánimo y propósito de seguir divulgando, con su música y exposiciones, los valores de la cultura canaria. ¡Enhorabuena!

Arucas Digital